F. Fry, Retrato de una mujer circasiana – Pintura original en acuarela de c.1830

F. Fry Retrato de una mujer circasiana

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Una pintura de acuarela original de c.1830, de F. Fry, Retrato de una mujer circasiana.

Este retrato, maravillosamente vívido y preciso, en gouache y acuarela, representa a una mujer circasiana, término utilizado para describir a los habitantes del Cáucaso Norte, una zona a lo largo de la costa noreste del Mar Negro. A lo largo de la historia, las mujeres circasianas fueron consideradas excepcionalmente bellas, vivaces y elegantes, y por ello eran codiciadas como concubinas. Esto condujo a la idealización de la «belleza circasiana» y, en el siglo XIX, se convirtió en un cliché común en el orientalismo occidental.

El pueblo circasiano fue expulsado de su tierra natal en la década de 1860 por el zar Alejandro II y muchos emigraron a zonas del vecino Imperio Otomano, estableciéndose en Turquía, los Balcanes y otros lugares de Oriente Medio. Las mujeres circasianas eran admiradas por su tez pálida y translúcida, rasgos regulares, ojos claros y cabello, a menudo rubio o castaño rojizo.

Esta exquisita pintura transmite algo de esta belleza "perfecta": la opacidad similar a una gema del gouache sobre la ropa ornamentada y el sombrero hace que la figura irradie fuera de la página, y la acuarela sobre el rostro reproduce sus finos rasgos con la mayor delicadeza.

La pintura forma parte de un par, el otro de los cuales está firmado «F. Fry 1830» (véase JT-017). F. Fry parece haber sido retratista profesional. Existe un retrato con la misma firma de un hombre que se cree que fue Oscar Wilde (colección privada).

Con goma arábiga para intensificar el color. Sobre cartulina colocada sobre papel soporte.

Miniaturas de retratos: acuarelas de principios del siglo XIX

Esta pintura forma parte de un grupo de excepcionales miniaturas de retratos en acuarela, procedentes de un álbum que data de la década de 1830. Las pinturas son de autores diversos, entre ellos Charles Frederick Bulkley (1812-1869), Benjamin Baldwin (1826-1847) y Edward Purcell (1812-1831). Lo que comparten estas pinturas es su pequeño tamaño y su exquisita ejecución, con la delicadeza de la pincelada —delicados toques y puntos— propia de las miniaturas de retratos. Entre los retratados se incluyen algunas figuras notables de la época: Mary Margaret Stanley Egerton, condesa de Wilton (1801-1858), la actriz Lucia Elizabeth Vestris (1797-1856) y el artista James Northcote RA (1746-1831). Otras son bellezas anónimas idealizadas: jóvenes damas rústicas con chales y capas, y un hombre y una mujer del pueblo circasiano, considerados los más bellos del mundo. Estas pinturas son ejemplos de la moda imperante del siglo XIX por las miniaturas más grandes y ricamente detalladas, al estilo desarrollado por el miniaturista escocés Andrew Robertson (1777-1845) a principios de siglo. La obra de Robertson rompió con los estilos anteriores del siglo XVIII, y en particular con la de Richard Cosway (1742-1821), cuyas pinturas criticó por ser «cosas bonitas, pero no cuadros». Al igual que las miniaturas de Robertson, muchas de las pinturas de esta colección son retratos más completos con escenarios o accesorios sugeridos; emulando grandes óleos sobre lienzo, son de formato rectangular y con goma arábiga añadida a la pintura para darles mayor brillo y profundidad de color. Estos exquisitos ejemplos de retratos de principios del siglo XIX son muy representativos de su época. El trabajo de los miniaturistas de élite era extremadamente caro, dado el minucioso tiempo y la habilidad que requerían para producir sus pinturas, y este arte comenzó a desaparecer a medida que avanzaba el siglo XIX. La llegada de la fotografía a mediados del siglo XIX proporcionó a un público más amplio imágenes asequibles y precisas. Muchos miniaturistas de bajo presupuesto se dedicaron a la fotografía, mientras que los artistas más jóvenes rara vez se dedicaron a la miniaturización.